Angela María Díaz Ceballos
Profesional prevención de riesgos SURATEP
Artículo publicado en la revista Gerencia de Riesgos y Seguros de la Fundación MAPFRE ESTUDIOS

La evaluación de riesgos y beneficios de alguna forma puede remontarse hasta el amanecer de la historia. Podríamos preguntarnos si Adán pensó en los riesgos antes de aceptar la manzana prohibida de manos de Eva en el Jardín del Edén. Ciertamente el hombre de las cavernas debió de alguna manera, de sopesar los riesgos de cazar animales grandes para obtener alimentos y vestido.

La tribu llamada  Asipu que vivió en el Valle de Éufrates y el Tigris alrededor de 3200 a. de C. servía como consultora sobre decisiones riesgosas tales como matrimonios y nuevas ubicaciones para construcciones. Identificaban dimensiones importantes del problema y acciones alternativas. Los Asipu también observaban los presagios de los dioses, que ellos consideraban especialmente calificados para interpretar. Luego creaban un expediente con los puntos a favor y en contra y recomendaban la alternativa más favorable, tal vez el primer caso conocido de un análisis de riesgos estructurado.

Desde el inicio hasta el desarrollo industrial, la convivencia con los riesgos se producía de forma natural. A partir de la rápida evolución industrial iniciada en el siglo XIX, las condiciones de producción de la vida ciudadana generan y se ven expuestas a nuevos y más grandes riesgos, que precisan de una postura acorde con la innovación y la importancia que entrañaban.

En esa dinámica acelerada del desarrollo industrial, se alcanzan los años 50 del siglo XX, cuando algunas empresas incorporan la función de la Gerencia de Riesgos, dedicada inicialmente a la compra y gestión de los seguros. Luego, la Gerencia de Riesgos amplía su campo de intervención al asesoramiento en la decisión de otras políticas de la empresa  en su estrategia operacional, en particular en el aseguramiento y fiabilidad de las funciones y las acciones de seguridad como principales herramientas que contribuyen a garantizar la continuidad de las operaciones.

PROBLEMÁTICA Y PERSPECTIVAS DE LOS RIESGOS 

Cuando las empresas deciden aceptar el riesgo, toman esta  decisión con base en la evaluación de los mismos. Sin embargo, quedan fuera de discusión aquellos elementos que, atentando contra la calidad de vida de la gente, son aceptados por la comunidad. Es decir, aquellas amenazas o riesgos que son socialmente aceptados y cuyos efectos se hacen notar.

La modernidad nos ha forzado a adoptar determinadas actitudes hacia la vida, aceptando responsabilidades y asumiendo ciertos riesgos "normales", por así decirlo. Los administradores del riesgo, se dedican a la operacionalización de este factor, para realizar una estimación del grado de conveniencia que tiene el exponerse o no a ellos. Esto obedece a una forma de ver el proceso de toma de decisiones en el individuo, respecto al riesgo, que corresponde a un análisis racional de costos y beneficios en la situación implicada. Sin embargo, la relación de los individuos con los peligros y las decisiones que toman ante determinados riesgos, coincide más con ideas de moral y de justicia que con ideas probabilistas de costos y beneficios en la aceptación de riesgos. En otras palabras, la elección o aceptación de determinado tipo de riesgos habla más del tipo de sociedad en la que vive y desea vivir un individuo que de sus estimaciones probabilistas.

Desde que somos pequeños, nos vemos condicionados por nuestras familias, colegios y el resto de la sociedad a evitar los riesgos. Sin embargo, asumir riesgos es inevitable y estamos haciéndolo constantemente desde el mismo momento en que nacemos, aunque en muchos casos sea de manera inconsciente. Por esta educación de aversión al riesgo, la percepción de éste es claramente asimétrica; tan sólo tiene un lado, el negativo.

Sin embargo, el riesgo, correctamente concebido y lejos de ser algo de lo que escapar, es altamente provechoso. Los riesgos calculados nos proporcionan la posibilidad de cruzar la frontera de lo habitual, cotidiano y la falsa seguridad que hemos ido cultivando desde que nacimos.

La vida, en sí misma, es riesgo y está en continuo movimiento. No hay nada que se mantenga inalterado. Todo cambia y evoluciona constantemente. Y para evolucionar hay que cambiar, y para ello hay que arriesgar. Por todo eso, el verdadero riesgo es la aversión al mismo, al no querer cambiar y mantenernos siempre como en la actualidad.

El querer escapar del riesgo nos hace forjar una idea de falsa seguridad que actúa como una verdadera trampa que nos adormece los sentidos y nos embota, ya que cuando el cambio brusco viene (y siempre viene) de una manera u otra, nos vemos desbordados e incapaces de afrontarlo. El modo correcto de vida no está en evitar el riesgo, sino en saberlo calibrar,  asumir y vivir como un acontecimiento más en nuestras vidas. De esta manera todo fluye de forma natural y la evolución es continua y sin contratiempos.

Las decisiones de los niveles de aceptabilidad del riesgo, tienen mucho  de psicología y del modo en que afrontamos la vida particularmente cada uno de nosotros.

El proceso de análisis de riesgos por lo general se considera que está integrado por 3 componentes; evaluación de riesgos, administración de riesgos y comunicación del riesgo.

El proceso de evaluación del riesgo incluye la identificación del peligro, análisis de respuesta a dosis, evaluación de exposición y una caracterización del riesgo que integre la información de estos componentes. Esta información es utilizada entonces como una alimentación para las decisiones de administración de riesgos.

Si no arriesgamos nunca, tan sólo puede pasar una cosa: que no consigamos nada, o consigamos algo que no calculamos.

En las organizaciones como en la vida, se producen acontecimientos que no habíamos sopesado ni esperábamos. Son imprevistos que tenemos que resolver sobre la marcha. Ante ellos podemos reaccionar de varias maneras: estancándonos o fluyendo con ellos. Nuestra percepción de la vida y los riesgos nos va a hacer actuar de una u otra manera ante diferentes situaciones que se nos van a presentar. Podemos realizar análisis de todo tipo sobre una diferente amenaza, y creer que con ello ya estamos seguros, pero cuando llega, se puede mover de acuerdo a como nosotros esperábamos o, por el contrario, desenvolverse de manera completamente diferente. Siempre debemos de estar preparados para cualquier cambio aunque hayamos realizado los más pormenorizados análisis, y saber actuar en consecuencia.

Sólo quien actúa de este modo, es capaz de hacer beneficios de las decisiones con regularidad. No nos dejemos confundir por análisis y recomendaciones, sugerencias y rumores de la mayoría. Abracemos el riesgo de manera natural, sopesándolo y asumiéndolo como algo cotidiano.